martes, 15 de noviembre de 2011

Microrrelato: La Promesa


Su madre todavía no había llegado de trabajar y  Noa se entretenía en el sofá haciendo círculos en una libretita. Estaba nerviosa. Sabía que tenía que ponerse a estudiar porque aunque había aprobado todas, las vacaciones de Semana Santa aún no habían empezado. Sin embargo, la sensación de libertad ya se respiraba en el ambiente. Miró por la ventana y ¡lo de siempre!, las plantas mustias de la vecina. La luz primaveral surgía entre los dos edificios como la iluminación de un escenario y esto hacía que a Noa le brincase el corazón porque sabía que su partida estaba próxima.
Encendió la televisión para sentirse acompañada y empezó a pensar que le tendría preparado su padre.¡Qué bien que iba a ver a su padre!. Hacía casi un año que no lo veía porque en verano él  tenía que trabajar en la orquesta y no podía ocuparse de ella y en Navidad, bueno, no sabía muy bien lo que le había surgido en Navidad ya que le fue imposible hablar con él. Noa estuvo triste durante unos días pero esa tristeza se fue transformando en una tímida esperanza de que a pesar de esta nueva ausencia, su padre vendría pronto. Esa tímida esperanza se tornó en una inmensa alegría cuando pasados unos días de las vacaciones de Navidad, su padre le llamó disculpándose por no haberla podido ir a buscar, pero le prometió que estarían juntos en las próximas vacaciones. Desde entonces, Noa se había esmerado en el colegio, había procurado no incordiar más de lo necesario a su madre en casa, y solo vivía con la ilusión de que todos estos esfuerzos harían que su padre estuviera orgulloso de ella. Así que comenzó a tararear esa canción que ahora sonaba en todas partes. Sonó el telefonillo. Era su madre, no traía llaves. Ya, de paso, le dejó la puerta de casa abierta..Cariño, tu padre me llamó al trabajo y me parece que no.....
Publicado por María Eugenia Fernández Ramos.

1 comentario:

  1. Es un microrelato lleno de dulzura pero también amargo. Las ilusiones quebradas de la infancia supongo que dejan una brecha en el alma, a veces invisible, pero perenne. Hojas que no se caen nunca...

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